Un gesto

En la escuela, a veces se ponía triste, entonces la señorita le preguntó que le pasaba y ella dijo que se sentía sola.
La profe le pidió que conversara con ella, que la iba a ayudar si podía. Le acarició la cabecita y le prestó un pañuelo para que se secara las lágrimas.
Como si fuera mágico, el pañuelo por la cara le fue borrando la tristeza y le creció una gran sonrisa.
A veces, un gesto chiquito puede ser enorme.
Bárbara Molina
12 años
Argentina
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